Vivimos en la mente y no nos damos cuenta. Hace unos días un amigo meditador contó una curiosa experiencia que me planteó esa reflexión. Iba manejando hacia su casa durante el fin de semana, conduciendo por una avenida que había transitado muchas veces con anterioridad. En un determinado momento, el carro que iba adelante cruzó y entró hacia una calle. En ese instante se dio cuenta de que nunca había notado que existía esa calle.
Cuando su carro alcanzó la calle, miró en esa dirección y al fondo pudo ver una casa entre los árboles, una casa que tampoco había notado en los 15 años que llevaba viviendo muy cerca de allí. Esto lo hizo preguntarse: “¿Cómo es posible que en 15 años nunca la haya visto? y ¿Si nunca he visto esa casa, qué otras cosas me he perdido?.
A raíz de esta experiencia decidió que va a tratar de voltear la cabeza, mirar alrededor más a menudo, quién sabe qué vea, o qué suceda.
Me pareció interesante comentar esta sencilla anécdota porque estoy segura de que es una experiencia frecuente, común si se quiere. Yo al menos me veo reflejada allí; es sorprendente todo lo que dejamos de ver, de escuchar, de sentir, aún cuando está allí mismo, muy cerca. Todo porque vivimos en la mente y no en el momento.
Donde va tu Atención va tu Energía
Todo depende de dónde ponemos nuestra atención. En el caso de mi amigo, con toda seguridad cada vez que transitaba por esa calle iba perdido en sus pensamientos, posiblemente enfocado en llegar a un destino, posiblemente reviviendo situaciones, repasando conversaciones, alejado o ciego, si se quiere, a lo que no fuera lo que tenía en la mente.
Y sucede que pasamos mucho tiempo en nuestras mentes, oyendo el incesante parloteo, entretenidos por nuestros pensamientos, que son muchos, (se ha calculado que entre 60.000 y 80.000 al día). Esos pensamientos son repetidos, (alrededor de la 3ª. parte de ellos son los mismos de ayer y los mismos del día anterior, y de la semana pasada …). Con demasiada frecuencia son pensamientos negativos, de autocrítica, desgastantes.
«Vivimos en la mente, en las ideas, en los fragmentos. Ya no bebemos en la música exterior salvaje de las calles, sólo recordamos» – Henry Miller
Vivimos en la Mente
Es bueno, es necesario de vez en cuando salirnos de la prisión de la mente, salirnos de ese camino harto conocido y muy estresante. Es saludable abrirnos a lo que nos rodea, abrirnos a lo que se nos ofrece. Y eso es nuestra decisión, somos nosotros quienes decidimos dónde poner nuestra atención y somos nosotros, cada uno, quienes decidimos como escogemos percibir las cosas. Y quiero resaltar la palabra DECIDIMOS, porque aunque a veces no somos conscientes de eso, siempre estamos decidiendo y la calidad de nuestras decisiones marca nuestra vida.
Volviendo a la anécdota de mi amigo, es interesante considerar cómo decidió procesar el descubrimiento de la calle y de la casa escondida entre los árboles. Su decisión fue hacer una pausa y reflexionar; la reflexión lo motivó a su vez a ser más consciente, a permitirse salir de la mente con más frecuencia y disfrutar, descubrir el mundo que le rodea. Estoy segura de que la meditación le ha ayudado a reconocer las ventajas de pausar, reflexionar y escoger actitudes que le permiten disfrutar la vida con mas alegría, entusiasmo y agradecimiento.
Dispongámonos a vivir más en el mundo y menos en nuestra mente, dispongámonos a ver, escuchar, percibir, saborear, sentir. Nuestras vidas se construyen de esos pequeños momentos, de esos grandes momentos cuando nos hacemos presentes, esos son los que se convierten en recuerdos, en reflexiones y aprendizajes.
Un primer paso
Un primer paso, un paso muy importante es hacernos presentes en nuestro cuerpo. Podemos hacerlo con nuestra respiración. Es muy fácil, es muy útil, es muy agradable, es muy sano. Podemos aprovechar cualquier hecho recurrente en nuestro día y tomarlo como una señal que nos invita a observar la respiración, sólo eso, observarla. Poco a poco iremos creando un espacio en donde no sólo será posible descubrir imágenes, sonidos, sabores, sino que también será inevitable disfrutarlos con agradecimiento.
Medita, te hace bien