
Estamos rodeados de tesoros “ocultos”. Están “ocultos” porque no somos capaces de identificarlos como tales, como tesoros. Pero están allí, listos para ser descubiertos, para ser disfrutados, para ser compartidos.
Hay un velo nubla nuestra visión, nuestra percepción y nos impide reconocer nuestros tesoros. Ese velo se forma, como dice Don Miguel Ruiz, como consecuencia del adiestramiento al que somos sometidos desde que nacemos. Desde ese momento se nos empieza a informar cuál es la la versión aceptada por nuestro grupo social de lo que es la «vida perfecta» o «la felicidad». Nosotros, como seres humanos que anhelamos la atención y aprobación por parte de la sociedad, seguimos obedientemente el plan que se nos presenta y hacemos nuestras sus ideas de lo que es importante y valioso.
¿Por qué lo hacemos? Porque es más fácil seguir lo mismo para llegar al mismo destino. Los que nos rodean lo han hecho, así que pensamos que debe ser lo correcto, lo deseable…Ni siquiera nos cuestionamos si ese es el destino al que queremos llegar al final. Caemos en una ilusión que nos hace creer que estamos en el camino correcto porque las personas que son aclamadas como exitosas en nuestra sociedad han seguido ese camino.
Podemos escoger otros caminos
Se nos ha dado el regalo de elegir, lamentablemente, no siempre estamos dispuestos a usarlo. Con mucha frecuencia nuestra “elección” se limita a perseguir aquello que nos hace quedar bien delante de la sociedad. Al hacer esto, estamos desperdiciando esa inmensa posibilidad de escoger algo diferente. De esta manera, nuestra vida queda limitada, “atrapada” dentro de una pequeña y rígida caja construída a base de las expectativas impuestas por los demás. Una opción realmente triste y desafortunada que además nos impide descubrir nuestros tesoros.
Las personas que realmente viven su vida no son aquellas que siguen la versión o el sistema de otra persona, sino aquellos que eligen su propia versión de vida, una diferente, que se adapta a su felicidad, porque cada uno de nosotros es único y especial. Estas personas decidieron escuchar y seguir su corazón.
Ignorarnos a nosotros mismos para no experimentar este regalo de la vida es un insulto a la vida misma. En lugar de esto, debemos enamorarnos de la vida. Cuando nos enamoramos de la vida los tesoros ocultos empiezan a revelarse.
Tal vez sea hora de repensar nuestra vida, recordar que podemos escoger nuestros propios caminos, haciéndonos conscientes de quienes somos y de nuestras increíbles capacidades. Esos caminos nos pueden llevar a descubrir tesoros «ocultos»
Atreviéndonos a buscar
Algo muy hermoso puede ocurrir y es que cuanto más busquemos y aprendamos, más cambiará la forma en que experimentamos esta existencia. No debemos limitarnos a lo que ya sabemos, debemos atrevernos a ser ese niño que siempre está ansioso por saber más, debemos ser siempre un buscador. ¿La recompensa? Los tesoros «ocultos» empiezan a mostrarse, empezamos a reconocer el poder de elegir y buscar, empezamos a hacernos conscientes y a disfrutar de las posibilidades infinitas.
Abriéndonos a lo diferente
Se nos ha entrenado para vivir un sistema y no una vida. Para cumplir con eso, nos organizamos y nos dedicamos a completar los ciclos de una manera predecible y muy sistemática: nacer, educarse, trabajar, casarse, tener hijos, envejecer, adiós vida hermosa…. Estamos firmemente cegados por la creencia de que, sólo si nuestros días corren en este orden, entonces nuestra existencia será «feliz y completa».
La invitación es a abrirnos a considerar la posibilidad de que la verdadera riqueza, felicidad y satisfacción yacen más allá de ese sistema rígido, mas allá de nuestras zonas de confort y expectativas preconcebidas. A menudo, los tesoros más preciados se esconden en los lugares menos evidentes, en las personas y experiencias que inicialmente podríamos pasar por alto o subestimar.
Las lecciones de vida que terminan resultando las más valiosas, no siempre provienen de las fuentes que consideramos autorizadas o convencionales, sino de aquellos cuya voz resuena con una autenticidad que no podemos ignorar. La sabiduría, tan a menudo buscada en los libros y maestros, puede sorprendernos al llegar en las formas más inesperadas.
Nuevas definiciones
La belleza, además, no se limita a lo estéticamente agradable o perfecto o en las situaciones idealizadas. Se revela en los momentos de vulnerabilidad, en los paisajes internos y externos que desafían nuestras expectativas. Al abrir nuestros ojos y corazones a la posibilidad de encontrar belleza en cada rincón de nuestra existencia, descubrimos una riqueza infinita que trasciende lo superficial.
Los viajes que no elegimos, las circunstancias que nos empujan fuera de nuestra zona de confort, son a menudo los que más nos enseñan. En estas experiencias, encontramos la oportunidad de crecer, de adaptarnos, de descubrir nuestra propia fuerza y resistencia. Son estas pruebas y desafíos las que nos moldean y nos permiten expandir nuestros límites autoimpuestos. Son también estos eventos los que nos permiten empezar a reconocer que los tesoros ya no están ocultos.
Nueva actitud, mas humildad
Reconocer la importancia y la necesidad de estos cambios no deseados requiere humildad y apertura. Requiere también cultivar la comprensión y empatía hacia nosotros mismos y hacia los demás. Para ello debemos empezar por aceptar que todos estamos en un viaje de descubrimiento y crecimiento constante.
La invitación es a adoptar una perspectiva más profunda y compasiva de la vida, a ver más allá de las apariencias. La intención es buscar la verdad y la belleza en cada experiencia, incluso en aquellas que inicialmente podrían parecer adversas o indeseadas. Al hacerlo, nos abrimos a la posibilidad de encontrar tesoros ocultos en cada aspecto de nuestro viaje interior, revelando así la verdadera profundidad y riqueza de la vida humana.
Y entonces sucede lo extraordinario
Cuando nos disponemos, cuando nos atrevemos a ver más allá de las ilusiones y las limitaciones autoimpuestas de la vida, nos sintonizados con una percepción más profunda y consciente del mundo. La sincronicidad que une eventos aparentemente desconectados y la belleza que subyace en cada experiencia, por más desafiante que sea se hace evidente.
Si ponemos atención y nos abrimos a las infinitas posibilidades, encontraremos que en nuestra vida cotidiana estamos rodeados de momentos que podrían calificarse como milagrosos: un encuentro fortuito que cambia el curso de nuestra vida, una recuperación inesperada de una enfermedad, el perdón y la reconciliación después de años de conflicto.
Esto nos llama a desarrollar una mirada más contemplativa y reflexiva hacia nuestras vidas. Invita a una apertura mental y espiritual que nos permite reconocer los patrones y conexiones que podrían indicar la intervención de lo divino, lo trascendente, o simplemente la complejidad y la maravilla del universo en el que habitamos.
Encontrando los tesoros «ocultos»
Cuando nos hacemos conscientes de nuestra capacidad de decidir, de cambiar, de explorar y profundizar más allá de lo común, más allá de lo esperado y lo obvio, los tesoros dejan de estar ocultos. Si somos capaces de abrirnos a la posibilidad de que cada momento de nuestra existencia puede contener elementos de lo extraordinario y estamos dispuestos a ver más allá de las creencias y expectativas limitadas que a menudo nos restringen, los tesoros dejan de estar ocultos para convertirse en regalos que nos da la vida, la creación, el Universo, como lo queramos llamar.
Tal vez entonces podamos expresar con humildad y agradecimiento la alegría de vivir la vida a plenitud. Es posible que seamos capaces de encontrar en cada momento los tesoros que están allí para ser descubiertos y disfrutados. Y también es posible que lleguemos a sentirnos inspirados de tal manera que la esencia de nuestra experiencia se pueda expresar como lo hace Susy Kassem en esta hermosa oración:
“He estado encontrando tesoros en lugares que no quería buscar.
He estado escuchando sabiduría de lenguas que no quería escuchar.
He estado encontrando belleza donde no quería buscar.
Y he aprendido mucho de los viajes que no quería hacer.
Perdóname, oh Misericordioso;
porque he estado cerrando los oídos y los ojos durante demasiado tiempo.
He aprendido que los milagros solo se llaman milagros
porque a menudo son presenciados solo por aquellos que pueden ver
a través de todas las ilusiones de la vida.
Estoy listo para ver lo que realmente existe al otro lado,
lo que existe detrás de las persianas,
y probar toda la fruta fea en lugar de todo lo que se ve bien, regordete y maduro”.
Levántate y saluda al sol: Los escritos de Suzy Kassem