
Es necesario hacernos más conscientes de la importancia de escuchar, hacernos conscientes de todo lo que se recibe o se ignora, de todo lo que se puede ganar o perder dependiendo de nuestra actitud en una conversación.
Ganamos todos cuando le damos prioridad a la escucha y de esa manera permitimos que se comparta la alegría, la incertidumbre, una reflexión. Ganamos porque es una experiencia transformadora cuando sentimos que nuestra disposición a escuchar ayuda a aliviar un corazón agobiado, o acompaña la alegría de un corazón gozoso, o sirve de caja de resonancia a una mente llena de interrogantes. Cuando esto sucede, ambas partes han sido conscientes de la importancia de escuchar, han sido capaces de hacerlo y un sentimiento de acompañamiento y aceptación ha permitido que surjan nuevas y mejores perspectivas. Por el contrario perdemos, todos, cuando intentamos hablar con alguien que simplemente no nos escucha. Toda oportunidad de conexión, de crecimiento, de aprendizaje, de consuelo o reflexión deja de existir. Es un momento que se pierde. Sabemos cómo se siente.
Escuchar es la habilidad de comunicación más solicitada y es también la más descuidada a pesar de ser clave para mantener las relaciones más importantes de nuestra vida, las que tenemos con nuestros familiares, amigos y colegas.
Muchas veces tenemos la intención de escuchar pero no logramos hacerlo porque simplemente no sabemos cómo. Y no sabemos porque no somos capaces de mantener la atención, no sabemos concentrarnos. Las numerosas distracciones que nos rodean y que se multiplican incesantemente, sabotean cualquier intento de concentración. Contrario a lo que queremos creer, la evidencia muestra que realmente no podemos concentrarnos en varias cosas a la vez. El cerebro simplemente no funciona así.
Realmente no puedes escuchar a nadie
y hacer cualquier otra cosa al mismo tiempo.
– M. Scott Peck
No te escuché…
Todos hemos compartido la experiencia de que, mientras alguien nos habla, nuestra mente ha estado a kilómetros de distancia «ocupadísima» en cualquier tema menos en el que se nos está tratando de comunicar. Esto ocurre cada vez con más frecuencia, tenemos demasiadas cosas en nuestra cabeza que están compitiendo por nuestra atención. Son todas esas cosas que nos interesan, que nos atraen, que nos atrapan, cosas que en el momento, por el motivo que sea, presentan un carácter de urgencia, de necesidad imperiosa y que hacen más fácil que olvidemos la importancia de escuchar.

“Necesitamos” estar al tanto de los resultados deportivos, también de los últimos chismes de las celebridades, de los escándalos políticos o de la más reciente tragedia ecológica ¡Y lo necesitamos ahora! Cualquiera de esos intereses, que además escapan de nuestro control, fácilmente resultan más atractivos que escuchar el relato simple o intrascendente (en nuestra opinión) de nuestra pareja o nuestro hijo.
“En una era de distracción, nada puede sentirse más lujoso que prestar atención”
-Pico Iyer.
Si, te escucho
Para poder brindar nuestra presencia y nuestra atención consciente a otra persona, primero tenemos que ser capaces de escucharnos a nosotros mismos, escuchar con paciencia, con curiosidad amorosa, con interés y con compasión.
Es a nosotros mismos a quien primero tenemos que responder “Si, te escucho”. Es una práctica indispensable, que atiende a la importancia de escuchar y que implica no sólo hacernos conscientes de la “cháchara” interminable que ocurre en nuestras mentes. También debemos poner atención a otro tipo de mensajes, a la valiosa información que nos llega a través de nuestros cuerpos. Nuestras emociones nos hablan a través de las sensaciones, y esas sólo se manifiestan en nuestros cuerpos.
“También, entra y escucha a tu cuerpo, porque tu cuerpo nunca te mentirá.
Tu mente te jugará una mala pasada, pero lo que sientes en tu corazón,
en tus entrañas, es la verdad”.
-Miguel Ruíz
Ruido de voces
Si la capacidad de escuchar no está en nosotros, no la podemos brindar y quizás es por eso por lo que cada vez es más común encontrarnos en medio de conversaciones en las cuales, con toda naturalidad, todos hablan al mismo tiempo y nadie escucha. En lugar de conversaciones parecen audiciones simultáneas en la que cada uno sólo está interesado en decir su parte, hacerlo con gran protagonismo, por encima de las voces de los demás, interrumpiendo o ignorando y tan pronto como pueda.
Es bueno, es necesario brindarnos la oportunidad de escucharnos a nosotros mismos, también de observarnos en una conversación. No solo es bueno para nosotros, es también la oportunidad para practicar y perfeccionar la capacidad de escuchar a los demás con presencia, actitud necesaria para cuando tenemos que brindar nuestra atención, nuestro oído en una conversación.
Escuchar es un arte que requiere la atención sobre el talento,
el espíritu sobre el ego, los demás sobre uno mismo.
-Dean Jackson
Te quiero escuchar
La escucha atenta, al igual que todas las cosas que son importantes, requiere tiempo y esfuerzo, es una habilidad que podemos perfeccionar si ponemos nuestra consciencia y nuestra intención en ello.
En esencia, la escucha atenta consiste en tomarse el tiempo para experimentar lo que estamos escuchando en el momento. Prestar atención tanto a lo que la otra persona está expresando a través de sus palabras, como a lo que está más allá de ellas.
La primera condición es establecer la intención clara de ser un mejor oyente, Esta intención nos pone en el camino de estar presentes en lo que estamos haciendo, escuchando. Si esa es la intención, será más fácil darnos cuenta cuando nos perdemos en nuestros pensamientos mientras nos están hablando. Nos damos cuenta, tomamos una respiración, y regresamos al objeto de atención, la conversación, lo que nos están diciendo, lo que estamos escuchando. Tal como lo hacemos en la meditación, darse cuenta y volver al objeto de atención es el objetivo, es la práctica.
Una vez que estamos claros en nuestra intención de practicar la escucha atenta, podemos establecer la intención de profundizar prestando atención a lo que, de manera consciente o inconsciente nos están comunicando a través de gestos, lenguaje corporal, energía.
La importancia de escuchar
La calidad de la conversación es una responsabilidad compartida y de allí la importancia de escuchar. Si nuestra intención como oyente es estar atentos, amablemente curiosos y abiertos, cualquier cosa puede pasar.
Nuestra atención puede animar a quien habla a profundizar su tema, a compartir puntos de vista y opiniones que no esperábamos. Si la persona se siente atendida, si siente nuestra presencia activa y amable, puede animarse a “bajar la guardia”, a ser vulnerable. Puede animarse a compartir de una manera que nunca hubiéramos esperado ni logrado si no hubiéramos estado dispuestos a jugar de manera atenta y generosa nuestro papel en este intercambio.
Y como en tantas cosas en la vida, pueden ser los detalles los que hacen la diferencia, detalles como nuestra postura. Una postura alerta pero al mismo tiempo relajada brinda beneficios a ambas partes. Quien habla recibe un mensaje de atención y respeto, quien escucha se mantiene atento, presente y conectado.
«Escuchar se trata de estar presente, no solo de estar en silencio»
– Krista Tippet

Combinar nuestra intención de escuchar de manera atenta con un pequeño ajuste en el lenguaje corporal puede ser de gran ayuda. Cosas como mantener el contacto visual, girar el cuerpo para mirar a la persona con la que se está hablando e inclinarse hacia ella. Estos pequeños/grandes detalles no sólo ayudan a acallar el ruido de la mente sino que efectivamente comunican a la otra persona que estamos interesados en ella y en su conversación.
Vivimos en una época en la que es muy difícil escuchar atentamente, profundamente por lo que dedicarle a alguien nuestra atención sin distracción, puede resultar una experiencia transformadora. Cuando estamos conscientes de la importancia de escuchar y actuamos en consecuencia, honramos en nuestro interlocutor, su valor y dignidad inherentes como ser humano.
“La escucha efectiva es más que simplemente evitar el mal hábito
de interrumpir a los demás mientras hablan o terminan sus oraciones.
Es contentarse con escuchar todo el pensamiento de alguien
en lugar de esperar con impaciencia tu oportunidad de responder”
-Richard Carlson
¿Cuáles son tus hábitos de escucha?
Escuchar de una manera atenta no es fácil, hay factores internos y externos que luchan por nuestra atención, incluso cuando estamos decididos a hacerlo. Si nos hacemos consientes de la importancia de escuchar y queremos mejorar nuestra capacidad, nuestra habilidad para hacerlo de una manera atenta, un primer paso es hacernos conscientes de cómo lo estamos haciendo ahora.
Y de nuevo es cuestión de poner atención, de observarnos a nosotros mismos tan objetivamente como nos sea posible. Todos hemos desarrollado patrones de conversación y hacernos conscientes de nuestras tendencias, de nuestro “estilo”, es una forma de conocernos y de identificar aspectos que podrían cambiarse.
Una manera de iniciar esta auto evaluación de hábitos e impulsos es haciéndonos preguntas como:
- ¿Tiendo a interrumpir a los demás para hablar de mi experiencia?
- ¿Acostumbro a “ayudar” a terminar la oración de la otra persona?
- ¿Trato de distraer la atención de un momento lleno de emoción con un comentario “gracioso” o alejado del tema?
- ¿Trato de convertir la conversación en una especie de competencia de situaciones, emociones o protagonistas?
- ¿Tiendo a etiquetar y categorizar las palabras que escucho sin darme el tiempo para tratar de entender lo que está sucediendo?
- ¿Si ya no me interesa lo que estoy escuchando, simplemente interrumpo y directa y bruscamente cambio el tema o me ausento?
- ¿Tiendo a acaparar la conversación?
Las respuestas sinceras a este tipo de preguntas y la intención de mejorar nuestros hábitos de escucha nos brindan la posibilidad de realmente escuchar con atención no sólo las palabras, sino también la emoción. Nos brindan la oportunidad de conocer al ser humano y a conectarnos de una manera más diáfana y enriquecedora.
«La mayoría de la gente no escucha con la intención de comprender;
escuchan con la intención de responder».
– Stephen R. Covey
Buenos hábitos de escucha
Escuchar atentamente (atención enfocada en lo que dice otra persona, sin juzgar ni tener una agenda) es una habilidad fundamental. Algunas actitudes que podemos incorporar en nuestra comunicación si queremos convertirnos en mejores “escuchas” son las siguientes:
- Mental y físicamente hacer un alto en lo que ocurría antes de la conversación y ofrecer nuestra atención al momento.
- Sólo escuchar, no interrumpir, permaneciendo en silencio, pero mentalmente activo y alerta.
- Tener presente que no se trata de ti, tus experiencias similares pueden esperar a otra oportunidad. No es una competencia de drama o sufrimiento o cualquiera que sea el tema que te están comunicando.
- Recordar constantemente que “No se trata de ti”
- Escuchar con un oído abierto, receptivo, libre de prejuicios. En lugar de hacer suposiciones, preguntarse si realmente se está entendiendo y si no, pedir aclaración.
- Notar cuando la mente comienza a divagar, tomar una respiración y luego volver a enfocarse en el hablante
- Cuando sea adecuado, repetir lo que se escuchó para confirmar lo que se entendió.
- Reflexionar sobre lo que se escuchó, eso le confirma al que está hablando que realmente lo están escuchando.
- Tener la intención de que en el corazón sólo haya lugar para la compasión. Tener la intención de abrirnos, eligiendo recibir lo que nos van a comunicar, ya sea que lo deseemos o no.

«Hay una diferencia entre escuchar y esperar tu turno para hablar»
– Simón Sinek
Una nueva oportunidad cada vez
Hemos oído la frase de Heráclito “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos”. Esta idea aplica perfectamente para el tema que nos ocupa. Cuando se nos plantea conversar con alguien, puede que pensemos que estamos repitiendo un momento, una circunstancia, una persona, pero en realidad el momento presente es nuevo, no puede ser de otra manera. El río es otro, la persona es otra. Cada momento en la vida es diferente, es nuevo. Nada se repite, aunque en apariencia, superficialmente, algo pueda lucir como una repetición.
Resulta fácil pensar que ya hemos “hablado” con esa persona, de ese tema y que la conversación muy probablemente será una repetición de la que ocurrió la última vez y por consiguiente no tenemos que escuchar en este nuevo momento. Si esa es nuestra actitud, perdemos el mayor regalo que tenemos, el momento presente. Si esa es nuestra actitud, limitamos cada momento a ser tan solo una copia del anterior y perdemos así toda posibilidad de aprendizaje, de sorpresa, de asombro y misterio.
«Cuando hablas, solo estás repitiendo lo que ya sabes.
Pero si escuchas, puedes aprender algo nuevo»
– Dalai Lama
Para poder escuchar de una manera atenta, se requiere un trabajo previo. Hay que acallar algunas de las voces que continuamente acaparan nuestra atención, las voces internas que repiten ideas, juicios, deseos y acuerdos que ya no nos sirven, que ya no tienen vigencia ni nos ayudan a avanzar. Tenemos que hacer espacio no sólo para poder escuchar lo que se dice sino para también poder escuchar nuestra propia voz.
Tenemos que aprender a alimentar la curiosidad y el respeto, estar dispuestos a practicar la presencia y la vulnerabilidad, para que ese intercambio vital que se da cuando compartimos historias, ese decir y escuchar, encuentre el equilibrio que dan la atención y la aceptación.
La libertad de escuchar
Muchas personas que han reconocido la importancia de escuchar trabajan con expertos en comunicación para mejorar sus capacidades e incorporar la escucha atenta en sus actitudes. Los testimonios son variados, interesantes y todos positivos.
Me recuerdo cada mañana: nada de lo que diga este día me enseñará nada.
Entonces, si voy a aprender, debo hacerlo escuchando.
– Larry King
Las personas informan que cuando comienzan a escuchar con atención, experimentan una sensación de libertad porque en lugar de estar tensos, pensando en lo que van a responder y pendientes de tomar la palabra, se sienten libres para realmente escuchar, digerir con menos juicios y procesar lo que se dice. También han expresado que se siente como si les quitaran un peso de encima, como si el espacio para escuchar aumentara. Por comparación, tomaron consciencia de sus actitudes previas en las que, en lugar de realmente escuchar, se desconectaban de lo que les estaban diciendo y empezaban a juzgar o se dedicaban a tratar de resolver o corregir mucho antes de tener la información completa.
A diario conversamos con muchas personas, por mil motivos. Nos conocemos y somos reconocidos, enseñamos, aprendemos, negociamos, damos y recibimos amor relacionándonos, comunicándonos. La manera como escuchamos (o no) a las personas con las que nos relacionamos lo afecta todo. Escuchar es la manera como le decimos al otro “Eres digno de mi atención, eres valioso, eres importante”
La escucha atenta crea un espacio y una perspectiva que nos permite estar presentes, la única manera como podemos conectarnos con sabiduría y compasión. En medio de un mundo cada vez más endurecido, nos brinda la oportunidad de relacionarnos con mentes y corazones más abiertos, reconociéndonos unos en otros y sumando voluntades de entendimiento y compasión.

«Una de las formas más sinceras de respeto es realmente escuchar
lo que otro tiene que decir»
-Bryan H. McGill
Unos minutos de escucha atenta
Hace pocos días Twitter me brindó una agradable sorpresa. Un post sobre cine me invitaba a ver una de las escenas más importantes del clásico de 1967 “Guess Who´s Coming to Dinner?” (“¿Sabes quién viene a cenar?”) protagonizada por Spencer Tracy, Sidney Poitier, Katharine Hepburn entre otros.
En la escena que compartían en el tweet, Spencer Tracy nos brinda a los amantes del buen cine, una de las reflexiones más hermosas y profundas sobre la importancia y el poder del amor. Luego de pensarlo, decidí hacer referencia a esa escena en este artículo porque, más allá del tema, más allá de la esencia e importancia del mensaje contenido en sus palabras, -sobre todo para la época en la que se hizo la película- allí se muestra de manera magistral lo que es escuchar.

La escena tiene dos protagonistas: Matt Drayton (Spencer Tracy) y la escucha atenta de las otras 5 personas presentes. Durante 5 minutos sólo habla Tracy, los otros asistentes deciden ESCUCHAR, SÓLO ESCUCHAR. Escuchan según nos muestran las imágenes, con un oído abierto, receptivo, escuchan con todo su ser, no esperando el momento para responder, sino dándose la oportunidad de entender. Escuchan con una mente activa y alerta. Esa es la actitud.

Por supuesto que la genialidad de Spencer Tracy como actor, el guion, la dirección, etc. juegan un papel clave en la calidad de la escena. Pero es el silencio, la escucha atenta el otro ingrediente indispensable para que lo que se quiere transmitir encuentre su camino. El silencio, la presencia activa crean el espacio, acogen y envuelven lo importante.
Como es costumbre en Twitter, alguien se sintió en la necesidad de restarle méritos a la escena, a lo que se estaba compartiendo. Su argumento, “la escena no es realista porque nadie interrumpe… “, triste recordatorio de lo que es “norma” en nuestras conversaciones y por consiguiente útil recordatorio de la necesidad de hacernos conscientes de la importancia de escuchar.
Meditando en la importancia de escuchar
Una última invitación a considerar este tema, la importancia de escuchar, se las extiendo a través de esta Meditación Guiada que forma parte del grupo de meditaciones que comparto en mi canal de YouTube Despertando tu Serenidad. Espero la disfruten.