
En un artículo anterior comentaba que estamos programados para hacer, hacer, hacer; hoy quiero comentar otro ángulo, otra consecuencia de esta tendencia a mantenernos ocupados a toda costa, tendencia que llega a hacernos sentir incómodos, casi culpables cuando simplemente estamos disfrutando un momento con nosotros mismos, cuando simplemente estamos siendo.
Puede que no seamos conscientes de esto pero sucede con frecuencia que si todo marcha bien a nuestro alrededor y no hay algo que requiera nuestra atención, decidimos que es momento de ocuparnos, de hacer algo, “de arreglar cosas”, de “ser útil”, de “ayudar”. Los deseos de actuar, de ayudar están en la gran mayoría de los casos bien fundados, de hecho esa debería ser nuestra tendencia natural, servir y una práctica excelente que recomiendo incorporar como reflexión diaria es preguntarnos al comenzar el día: «¿Cómo puedo ayudar, cómo puedo servir?”. El detalle importante está en que la respuesta verdadera, útil, sincera a estas preguntas sólo surge de nuestra observación atenta a lo que nos rodea y la palabra clave es OBSERVACION.
Observar y Evaluar no son Sinónimos
Hay una enorme diferencia entre observar y evaluar, -entiéndase juzgar. Paradójicamente al mismo tiempo esa diferencia es muy sutil, lo cual hace todavía más importante estar atentos a qué está pasando por nuestras mentes cuando nos decidimos a hacer algo, a “ayudar”. Cuando nuestra mente está llena de prejuicios, críticas y censura, es muy fácil que nuestro deseo de ayudar o de simplemente ser amables estén motivados por una evaluación, un juicio, una crítica. Nos pasa a menudo que nos creemos más, nos sentimos superiores, pensamos que los demás NO saben y que nosotros SI tenemos las respuestas, las soluciones, la visión… Y si bien es cierto que en el fondo estamos llenos de buenas intenciones, que la motivación original fue buena, podemos preguntarnos ¿de qué se nutrió en el camino? ¿De una observación imparcial, justa, serena o de un juicio, de una evaluación, de una crítica? Sólo desde una mente serena nace la observación.
Entrometiéndonos en la Vida Ajena
Cuando el juicio, la crítica llenan nuestra mente y nuestro corazón, perdemos entre otras cosas la noción de lo que es nuestro y lo que es del otro y terminamos como coloquialmente se dice “entrometiéndonos en la vida ajena”. Y todos sabemos que eso nunca trae buenos resultados, para nadie. Aunque suene como indiferencia, la realidad es que muchas de las situaciones con las que lidiamos en la vida no son realmente nuestro problema, porque cuando estamos juzgando lo que otros deben ser o hacer, cuando decidimos que debemos actuar porque según nuestro criterio (juicio) “sabemos más que ellos”, estamos entrometiéndonos en las cosas de otros, estamos posiblemente manipulando, forzando, torciendo. Esto nos distrae de nuestras tareas, consume nuestra energía y tiempo, en otras palabras, ¡nos roba vida!
Lamentablemente muchas veces lo que está en el fondo de nuestro «entrometimiento» es la necesidad distraernos de nuestras vidas, es el deseo de separarnos de lo que está ocurriendo en nosotros; muchas veces en el fondo lo que realmente queremos es escapar de nuestra realidad, de nuestros problemas, alegrías, responsabilidades, sueños. Y entonces nos ocupamos, muchísimo, hacemos todavía mas y queremos ayudar y «salvar» el mundo olvidando que para dar primero tenemos que tener, que para dar paz, alegría, armonía, serenidad, -que es a fin de cuentas lo que todos queremos y necesitamos-, tenemos primero que cultivar y crear esas cualidades en nosotros.
Sólo podemos Dar lo que Tenemos
Constantemente y de distintas maneras invito a las personas a despertar su serenidad. Como respuesta algunas veces escucho frases como: “¿Serenidad para mi?, imposible, estoy rodeado de problemas”, o “¿Serenidad?, a menos que sea indiferente”. Sin embargo insisto en mi invitación a despertar la serenidad y es una invitación no sólo posible de aceptar sino muy necesaria, muy útil, que nos ayuda a vivir más felices, en armonía y respeto mutuo.
La serenidad nos conecta con lo mejor que hay en nosotros y entonces podemos dar desde el corazón, ayudar con absoluta generosidad, aportar con creatividad y desapego y apreciar la libertad de decidir que cada uno posee. Cuando estamos serenos somos capaces de observar, de entender, de respetar y aceptar las circunstancias que vivimos y que viven los demás.
Empieza a despertar tu serenidad proponiéndote cada día juzgar menos y observar mas. Has tuyas las palabras del Curso de Milagros “Hoy no voy a juzgar nada de lo que suceda” . Empieza practicando unos pocos minutos, 2 ó 3 y poco a poco ve aumentando tu capacidad de observar sin juzgar, poco a poco ve despertando tu serenidad.
La condición esencial del dominio es la serenidad,
que permite ver las cosas en su aspecto verdadero
y nos impide dorarlas y ensombrecerlas según sea nuestro humor.
–Yoritomo Tashi
ORACION DE LA SERENIDAD
Señor,
dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
valor para cambiar las cosas que puedo
y sabiduría para poder diferenciarlas.