Es fácil juzgar, es bueno juzgar
A los humanos se nos hace muy fácil juzgar porque lo practicamos mucho. Esto de juzgar está relacionado con nuestra supervivencia, sobretodo en el plano material. Necesitamos hacer un juicio cuando nos hacemos preguntas como: ¿Debo comer esto?, ¿Puedo cruzar la calle a tiempo?, ¿Debo prestarle este dinero a mi primo? En estos casos es importante esa evaluación, ese juicio, porque nuestra vida, nuestras finanzas, nuestras relaciones pueden depender de lo que decidamos.
…no es bueno juzgar
Sin embargo, a nivel espiritual, este hábito de estar evaluando contantemente detiene todo crecimiento, nos estanca, nos atrofia. En este aspecto, el juzgar es perjudicial para quien lo hace porque es una de las actitudes que interrumpe con mas eficiencia el fluir de la gracia divina, el fluir del universo, de la abundancia. El juzgar crea un ruido mental que no nos permite ver y oír con claridad lo que ocurre a nuestro alrededor y en consecuencia nos es muy fácil mal interpretar, mal entender lo que dicen, hacen o dejan de hacer otras personas; esto crea separación y cuando nos separamos de los demás a causa del juicio, no solamente bloqueamos la comunicación hacia los demás, sino que también bloqueamos el flujo del universo hacia nosotros.
El universo funciona en un constante fluir. Deepak Chopra en su bestseller Las Siete Leyes Espirituales del Éxito nos habla de ese constante intercambio dinámico que existe entre nuestro cuerpo, nuestra mente y el universo cuando nos dice: “El detener la circulación de energía es como detener el flujo de la sangre. Cuando la sangre deja de fluir comienza a coagularse, a secarse, a estancarse.”
Les quiero sugerir la práctica de la EMPATÍA como una manera no sólo saludable sino también muy hermosa de romper con el hábito de juzgar a los demás
Vivamos con Empatía
Empatía quiere decir ponernos en el lugar del otro y saber lo que siente o incluso lo que puede estar pensando. Esto es muy importante porque si logramos imaginar la situación que vive otra persona, nos sentiremos menos inclinados a juzgarla.
Las personas con una mayor capacidad de empatía son las que mejor saben «leer» a los demás. Son capaces de captar una gran cantidad de información sobre la otra persona a partir de su lenguaje no verbal, sus palabras, el tono de su voz, su postura, su expresión facial, etc. La empatía requiere, por tanto, tener una cierta serenidad para poder prestar atención a la otra persona, y ser conscientes de que los demás pueden sentir y pensar de modos similares a los nuestros, …pero también diferentes. Lo que llamamos “sentido del humor” por ejemplo, varía mucho de una persona a otra, de una cultura a otra y eso hay que respetarlo; cuando ejercemos ese respeto estamos siendo empáticos.
La empatía está relacionada con una práctica muy importante, la compasión porque nos permite sentir el dolor y sufrimiento de los demás y hace que podamos compadecernos de alguien que sufre y deseemos prestarle ayuda.
Cuándo falta la Empatía
Por supuesto todos hemos pecado de falta de empatía en un momento u otro. Falta la empatía al responder con un «mmm» indiferente, a nuestra amiga cuando nos comenta con entusiasmo algo que la emociona, o cuando somos incapaces de percibir su decepción al ser ignorada, o cuando llegamos tarde a un compromiso, causando molestia e inconvenientes a otras personas, o cuando mostramos y demostramos total indiferencia y falta de respeto por el tiempo, necesidades y planes de los demás. Tampoco mostramos empatía cuando en lugar de prestar atención a lo que está diciendo, expresando nuestro interlocutor, estamos más pendientes de nuestras propias palabras, de la manera cómo vamos a responder, o de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Aumentando la Empatía
Podemos aumentar nuestra empatía de muchas maneras, todas implican estar presentes con todo nuestro ser, no sólo físicamente. Aumentamos nuestra empatía cuando por ejemplo:
– Observamos con más detalle a los demás mientras hablamos con ellos.
– Prestamos toda nuestra atención y observamos todos los mensajes que nos transmiten con sus palabras, con sus gestos.
– Nos esforzándonos por ponernos en el lugar del otro y «leyendo» lo que siente.
– Respondemos de una manera apropiada a la emoción que la otra persona está sintiendo y/o transmitiendo.
– Somos capaces de identificarnos genuinamente con el dolor de otros y sentir amor por ellos.
Muchas veces el silencio respetuoso y nuestra presencia atenta es todo lo que se necesita.
Propongámonos cultivar nuestra serenidad, porque sólo estando serenos podemos realmente ver, oír y sentir lo que ocurre a los que nos rodean y entonces podremos responder con empatía, con compasión, con amor.
“La realidad es a fin de cuentas un acto selectivo de percepción e interpretación.
Un cambio en nuestra percepción e interpretación
nos permite romper con viejos hábitos
y despertar nuevas posibilidades de equilibrio,
sanación y transformación.”
Dr. David Simon