¿Qué hace que nuestras vidas sean mejores?

“No estoy interesado en ninguna filosofía
a menos que me ayude a cultivar mi maíz.”

El conocimiento más valioso es el que hace que nuestras vidas sean mejores y esta frase de un sabio maestro nativo americano Sun Bear, resume maravillosamente esa gran verdad.

Se me ocurre que es un ejercicio interesante hacernos esa pregunta, ¿Qué cosas son valiosas para “cultivar mi maíz”? O en términos de nuestra vida, la de cada uno de nosotros, ¿Qué cosas considero vitales, necesarias para vivir mi vida de una manera plena, para disfrutarla en cada momento, siendo no sólo consciente de las maravillas que me rodean y de mi potencial, sino aprovechándolo y contribuyendo al bien común?

Y siguiendo la enseñanza de Sun Bear, la intención no es analizar filosofías, discutir tendencias o plantearnos situaciones deseables, mas bien la idea es identificar, reconocer, aproximarnos a lo que nos va a permitir, por ejemplo, disfrutar de una conversación con un amigo, o deleitarnos con la risa de un niño o en la observación de un paisaje hermoso.

¿Qué hace que nuestras vidas sean mejores?

Planteado así es muy pertinente preguntarnos algo tan sencillo como,

¿Qué hace que mi vida sea mejor?

Y para una pregunta sencilla respuestas sencillas.

Mejora nuestra vida,

  • Lo que nos acerca a la alegría compartida,
  • Lo que nos aleja del juzgar y nos acerca a la serenidad.
  • Lo que nos permite identificarnos con nuestros valores,
  • Lo que nos permite ayudar
  • Lo que abre nuestro corazón y nos hace capaces de escuchar y deseosos de comprender.
  • Lo que nos capacita para estar realmente presentes en cada momento.

Y ante esta perspectiva, por demás atractiva, surgen nuevas preguntas:

¿Cómo podemos vivir de esa manera? ¿Cuáles actitudes, cuáles prácticas, nos encaminan hacia esa manera de vivir la vida?

Afortunadamente hay muchas respuestas, desde épocas milenarias y para maravilla y beneficio de todos, existe coincidencia entre ellas. Si, todas las tradiciones coinciden en señalarnos maneras sencillas, que están al alcance de todos, que son parte de nuestra naturaleza. La clave está, como en todo lo que nos añade valor y calidad, en hacerlo de manera consciente.

¿De qué estamos hablando?

Estamos hablando de prácticas como la oración y la meditación;

Hablamos de ponernos en contacto con la naturaleza, de identificar en ella toda la abundancia y reconocer que somos parte de eso tan maravilloso.

Tiene que ver con limpiar, de dejar ir cosas, recuerdos, pesares, dejar ir lo que ya no nos sirve o ayuda y disfrutar entonces de la agradable sensación de que, gracias al espacio que hemos creado, una brisa renovadora llega a nuestras casas, a nuestras vidas renovándolas, mejorándolas.

Estamos también hablando del agradecimiento, de incorporarlo en cada momento de nuestro día, de saludar cada mañana con un “Gracias” desde el fondo del corazón,

Se trata de agradecer y bendecir la comida, de disfrutar el momento de prepararla, de bendecir el momento de ingerirla.

Está presente al despertar temprano para tener tiempo para meditar, respirar, escuchar los pájaros mientras con deliciosa lentitud y placer disfrutamos de un café o un te.

Y también de que al momento de cerrar el día, repasemos, reconozcamos y agradezcamos todo lo que ha sucedido, lo que nos ha alegrado, lo que nos ha entristecido, lo que nos ha enseñado y nos ha hecho más compasivos, más generosos, más humanos.

Estas prácticas, sencillas pero vitales, nos brindan la posibilidad de vivir nuestras vidas a plenitud, disfrutando, creciendo, compartiendo, agradeciendo y sirviendo. En pocas palabras, nos brindan la posibilidad de que nuestras vidas sean mejores.