Optimista o Pesimista

Entre las muchas opciones que nos da la vida tenemos la de ser optimistas o pesimistas. Podemos tener una actitud que mira las cosas como intrínsecamente positivas o intrínsecamente negativas. La sabiduría popular, tan rica y precisa nos brinda interesantes historias que ilustran perfectamente esta realidad.

¿Buena Suerte?, ¿Mala Suerte?

Se cuenta de un campesino que tenía un caballo viejo para trabajar el campo. Un día el caballo escapó y cuando los vecinos fueron a visitar a su amigo, a expresarle su pena por la mala suerte que significaba la pérdida del caballo, el campesino respondió: ¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?.

Una semana más tarde el caballo regresó acompañado de una manada de caballos salvajes. Los vecinos de nuevo se acercaron a la casa del campesino, esta vez a felicitarlo por su buena suerte. Su respuesta fue ¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?

Pasó el tiempo y un día el hijo del campesino estaba tratando de domar uno de los potros. El joven se cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo pensó, esto es mala suerte. Bueno, todos menos el campesino, quien dijo, ¿Mala suerte?, ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?…. Algunas semanas más tarde, el ejército llegó al pueblo y reclutó a todos los jóvenes capaces y en buenas condiciones físicas. Cuando vieron al hijo del campesino con su pierna quebrada, lo dejaron tranquilo. ¿Fue eso buena suerte o mala suerte?  ¿Quién lo sabe?……

Es nuestra decisión

Si lo consideramos por un momento, podemos decir que no hay experiencias negativas o positivas a menos que nosotros las definamos así. Como nos sugiere el relato del campesino, es nuestra percepción de la situación lo que la define. En otras palabras tenemos el poder de decidir cómo nos sentimos cuando vivimos una experiencia determinada y como consecuencia también decidimos el efecto que va a tener. Y esto es muy importante para nuestra salud, porque cada experiencia genera sentimientos que a su vez generan cambios fisiológicos, somos una unidad cuerpo, mente y espíritu.

Por supuesto que hay un cierto grado de dualidad en el mundo, la experiencia humana es un despliegue de emociones que puede ir fácilmente de la felicidad a la tristeza, de la dicha extrema a la depresión. Esto es muy importante, muchos no nos damos cuenta, esas emociones afectan nuestro cuerpo.

Sabemos por ejemplo que producimos ciertos químicos cuando la experiencia que estamos teniendo nos hace felices. En esos casos segrega hormonas como la serotonina, dopamina y oxytoxina, conocidas como las hormonas de la felicidad. Sin embargo, si la experiencia que vivimos nos crea estrés, es el cortisol y la adrenalina lo que inunda nuestro cuerpo y eso nos produce sentimientos y sensaciones muy diferentes; son aquellos asociados con la urgencia de proteger nuestra vida.

La tarea de juzgar

Mala suerte, buena suerte….Otro aspecto de esta reflexión es que perdemos mucho tiempo definiendo, decidiendo, juzgando lo que es positivo y lo que es negativo.  Es muy importante que nos hagamos conscientes de que, así como las experiencias vividas producen emociones que generan reacciones y cambios fisiológicos, los pensamientos, ese constante juzgar, toda esa actividad mental que nos ocupa tanto tiempo, también produce un efecto en nuestro cuerpo.

Recordemos una vez mas, es nuestra percepción lo que define la situación, tenemos el poder de decidir cómo nos sentimos cuando vivimos una experiencia determinada. Podemos decidir inclinar la balanza a ser optimistas o pesimistas.

Optimista o Pesimista

Podemos empezar por hacernos conscientes de que tenemos ese inmenso, importantísimo poder, podemos decidir, A fin de cuentas todo lo que hacemos es una decisión. Podemos trabajar en ver las cosas desde una perspectiva más amplia, y en lugar de dedicarnos a etiquetar como positiva o negativa cada experiencia que nos brinda la vida, podemos hacernos preguntas:

  • ¿Cómo puede ayudarme esta situación a ver o aprender algo?
  • ¿Puede servirme esto para cambiar mi percepción de las cosas?,
  • ¿Me ayuda a liberarme de ciertas emociones?
  • ¿Me doy cuenta de lo que le sucede a la otra persona y soy capaz de aceptarlo?

Ante cualquier situación, podemos decidir entre simplemente reaccionar, empezar a etiquetarla e inundarnos con hormonas del estrés, que nos enferman, debilitan, entristecen, deprimen y envejecen. Tenemos también la opción de decidir detenernos un momento, ir más despacio y observar lo que sucede, aceptarlo y aprender de eso. Por supuesto, esto no quiere decir que cada situación nos va a regalar un baño de hormonas de la felicidad, pero con toda seguridad nos sentiremos más tranquilos, sanos, despiertos y serenos.

“Reflexiona sobre la belleza de la vida. Observa las estrellas e imagínate a ti mismo corriendo con ellas”.
Marco Aurelio, Meditaciones